La huella de carbono de los alimentos es un parámetro que calcula la cantidad Gases de Efecto Invernadero (GEI). Concretamente, a través de esta medición se referencia cuánto dióxido de carbono se emite a la atmósfera durante todo el proceso producción y distribución de estos alimentos. En otras palabras, los alimentos con baja huella de carbono son aquellos que están basados en productos frescos, locales y ecológicos, donde destacan los productos poco envasados y procesados.
La alimentación con baja huella de carbono depende de varios factores como la procedencia de los productos, su fabricación o su distribución, entre otros. Asimismo, la carne encabeza la lista de alimentos con mayor huella de carbono. Seguido del café instantáneo, el queso parmesano y el chocolate negro, según un estudio de Statista en el que analiza la huella de carbono por alimentos.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la ganadería industrial es la actividad que más contamina. Por sí sola contribuye con el 14,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por el hombre.
Esto se debe a la gran extensión de territorio que es necesaria para su actividad, concretamente el 70% de toda la superficie agrícola del mundo se destina a comida para el ganado, según la FAO.
En España, este sector consume anualmente lo equivalente a lo que consumirían todos los hogares españoles durante más de 21 años, más de 48 000 millones de metros cúbicos de agua, según Greenpeace.
Alimentos con menor huella de carbono
En cambio, las frutas, las verduras y las legumbres encabezan la lista de alimentos con menor huella de carbono. Aunque también hay que tener en cuenta si los productos son de kilómetro 0, es decir de procedencia local o es necesario transportarlos.
También influye si las frutas son estacionales o están fuera de temporada, ya que en este último caso sería necesario mayor cantidad de recursos para cultivarlas.
Según el estudio de Statista, las patatas son los alimentos con menor huella de carbono, emitiendo un 0.2 de gases de efecto invernadero por kilogramo. Las bananas y el pan también se encuentran dentro de este grupo, emitiendo un 0.9 de CO2 por kilogramo.
La FAO estima que se pueden reducir los GEI relacionados con la alimentación en casi un 50%. Adoptando una dieta baja en carnes y aumentando el consumo de alimentos con baja huella de carbono.
¿Cómo adoptar una dieta con baja huella de carbono?
La FAO afirma que un total de 1.300 millones de toneladas al año de alimentos producidos para consumo humano se desperdician o se desechan. Por tanto, una opción para tener una alimentación más sostenible sería reducir la pérdida de alimentos, gestionando de forma más consciente nuestras dietas.
Otra de las soluciones clave pasa por consumir alimentos con baja huella de carbono. Comprando productos de temporada, de proximidad y si es posible adquiriéndolos a granel. La FAO recomienda implementar tecnologías y cambios en la gestión para mejorar el rendimiento de los cultivos y reducir la escorrentía de fertilizantes y plaguicidas.
Otra manera de reducir la huella de carbono de los alimentos
Otra gran propuesta es gestionar los residuos biodegradables de las cocinas y restaurantes, Remittel se encarga de ello y también ofrece guías y consejos a los negocios para hacerlo. La finalidad es adquirir hábitos alimenticios y costumbres saludables para reducir el impacto medioambiental.